miércoles, 16 de noviembre de 2016

Two Went to Sleep - Leonard Cohen

Two went to sleep

almost every night

one dreamed of mud

one dreamed of Asia

visiting a zeppelin

visiting Nijinsky

Two went to sleep

one dreamed of ribs

one dreamed of senators

Two went to sleep

two travellers

The long marriage

in the dark

The sleep was old

the travellers were old

one dreamed of oranges

one dreamed of Carthage

Two friends asleep

years locked in travel

Good night my darling

as the dreams waved goodbye

one travelled lightly

one walked through water

visiting a chess game

visiting a booth

always returning

to wait out the day

One carried matches

one climbed a beehive

one sold an earphone

one shot a German

Two went to sleep

very sleep went together

wandering away

rom an operating table

one dreamed of grass

one dreamed of spokes

one bargained nicely

one was a snowman

one counted medicine

one tasted pencils

one was a child

one was a traitor

visiting heavy industry

visiting the family

Two went to sleep

none could foretell

one went with baskets

one took a ledger

one night happy

one night in terror

Love could not bind them

Fear could not either

they went unconnected

they never knew where

always returning

to wait out the day

parting with kissing

parting with yawns

visiting Death till

tey wore out their welcome

visiting Death till

the right disguise worked

miércoles, 5 de octubre de 2016

Introducción a La Hojarasca

De pronto, como si un remolino hubiera echado raíces en el centro del pueblo llegó la compañía bananera perseguida por la hojarasca. Era una hojarasca revuelta, alborotada, formada por los desperdicios humanos y materiales de los otros pueblos: rastrojos de una guerra civil que cada vez parecía más remota e inverosímil. La hojarasca era implacable. Todo lo contaminaba de su revuelto olor multitudinario, olor de secreción a flor de piel y de recóndita muerte. En menos de un año arrojó sobre el pueblo los escombros de numerosas catástrofes anteriores a ella misma, esparció en las calles su confusa carga de desperdicios. Y esos desperdicios, precipitadamente, al compás atolondrado e imprevisto de la tormenta, se iban seleccionando, individualizándose hasta convertir lo que fue un callejón con un río en un extremo y un corral para los muertos en el otro, en un pueblo diferente y complicado, hecho con los desperdicios de los otros pueblos.
Allí vinieron, confundidos con la hojarasca humana, arrastrados por su impetuosa fuerza, los desperdicios de los almacenes, de los hospitales, de los salones de diversión, de las plantas eléctricas, desperdicios de mujeres solas y de hombres que amarraban la mula en un horcón del hotel, trayendo como un único equipaje un baúl de madera o un atadillo de ropa, y a los pocos meses tenían casa propia, dos concubinas y el título militar que les quedaron debiendo por haber llegado tarde a la guerra.
Hasta los desperdicios del amor triste de las ciudades nos llegaron en la hojarasca y construyeron pequeñas casas de madera, e hicieron primero un rincón donde medio catre era el sombrío hogar para una noche, y después una ruidosa calle clandestina, y después todo un pueblo de tolerancia dentro del pueblo.
En medio de aquel ventisquero, de aquella tempestad de caras desconocidas, de hombres cambiándose de ropa en la calle, de mujeres sentadas en los baúles con los paraguas abiertos, y de mulas y mulas abandonadas, muriéndose de hambre en la cuadra del hotel, los primeros éramos los últimos; nosotros éramos los forasteros; los advenedizos.
Después de la guerra, cuando vinimos a Macondo y apreciamos la calidad de su suelo, sabíamos que la hojarasca había de venir alguna vez, pero no contábamos con su ímpetu. Así que cuando sentimos llegar la avalancha lo único que pudimos hacer fue poner el plato con el tenedor y el cuchillo detrás de la puerta y sentarnos pacientemente a esperar que nos conocieran los recién llegados. Entonces pitó el tren por primera vez. La hojarasca volteó y salió a recibirlo y con la vuelta perdió el impulso, pero logró unidad y solidez; y sufrió el natural proceso de fermentación y se incorporó a los gérmenes de la tierra.

(Macondo, 1909)